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A 10 años de Más Río Menos Basura: balance, aprendizajes y la voz de Taller Ecologista

El pasado 15 de noviembre, el colectivo Más Río Menos Basura celebró una década de trabajo con una gran jornada de recolección de residuos y un festival comunitario en la Rambla Catalunya, en Rosario. La actividad reunió a voluntarios, organizaciones ambientales y vecinos que se acercaron para participar de un movimiento que, desde hace diez años, busca visibilizar la contaminación plástica del río Paraná y los humedales, generando datos, conciencia y acción ciudadana.

Una jornada que marcó un hito

Durante la mañana, los asistentes realizaron tareas de limpieza, clasificación y análisis de residuos, una práctica que caracteriza al proyecto desde sus inicios. El objetivo fue, una vez más, comprender qué tipo de basura llega al río, en qué cantidad y por qué.

El evento cerró con un festival aniversario, donde la música en vivo y las actividades recreativas crearon un clima de celebración, pero también de reflexión sobre todo lo alcanzado en estos diez años de trabajo colaborativo.

Lo que quedó en evidencia: el plástico, protagonista excluyente

Los datos recopilados a lo largo de las jornadas de estos años muestran siempre la misma tendencia: la enorme presencia de plásticos en el ambiente.
En la jornada previa, por ejemplo, se recolectaron 1,5 toneladas de residuos en solo tres horas, registrando 3.354 objetos, entre los cuales se destacaron:

  • 896 botellas
  • 381 tapitas
  • 362 sorbetes
  • 270 envoltorios
  • 910 colillas de cigarrillos

Cerca del 70% del peso total correspondió a plásticos. Esta cifra confirma que la contaminación plástica no es solo un problema estético, sino un desafío ambiental profundo y persistente.

¿Quiénes generan estos residuos?

El análisis permitió nuevamente identificar a las marcas más presentes en los desechos recolectados. Entre ellas se destacaron Coca Cola, Pritty S.A. y Grupo Arcor, lo que impulsa el reclamo central del colectivo: que las empresas asuman responsabilidad por los envases que producen y avancen hacia modelos más sostenibles, con retornabilidad y reutilización como pilares.

Una amenaza que también llega al cuerpo humano

Además del impacto ambiental, los integrantes de Más Río Menos Basura recordaron que la contaminación plástica representa un riesgo para la salud: investigaciones recientes detectaron microplásticos en el cerebro humano y en arterias coronarias, lo que podría incrementar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

A lo largo de esta década, el colectivo insistió en la necesidad de:

  • Hacer cumplir las ordenanzas que restringen plásticos de un solo uso.
  • Avanzar con nuevas regulaciones para productos aún no abordados.
  • Exigir responsabilidad extendida a las empresas.
  • Promover hábitos de consumo más conscientes.
  • Acompañar el Tratado Global contra la Contaminación por Plásticos.

A pesar del trabajo sostenido, reconocieron que la problemática sigue siendo grave y que las políticas públicas aún no son suficientes para revertirla.

Para profundizar en esta década de trabajo y en lo que dejó esta jornada aniversario, conversamos con Mirko Moskat, integrante de Taller Ecologista y una de las voces referentes del proyecto.


— Mirko, después de 10 años de jornadas de recolección y análisis, ¿qué cambios concretos notaron en la contaminación del río?

En términos de lo que vemos en la costa del río, cada vez que hacemos estas actividades, diría que la situación no ha mejorado, lamentablemente. La cantidad de residuos que se encuentra sigue siendo muy importante. Esto no puede dejar de llamar la atención, dado que al mismo tiempo en los últimos cinco años aproximadamente se multiplicaron las acciones de recolección de residuos en la costa por parte de diversos grupos, con mucho compromiso. Lo que muestra a la vez que la potencialidad de estas acciones no es tanto la limpieza en sí, sino poder visibilizar el problema e intentar que a partir de esto la sociedad pero sobre todo el Estado aborde las causas que lo generan.

Consideramos que el Estado no está dando una respuesta a esta problemática. Hay tres niveles para analizar la situación: las conductas individuales, la gestión de los residuos y la naturaleza de lo que se produce y se consume. El Estado tiene una incidencia directa en los últimos factores: la gestión y los modos de producción/consumo. Nosotros hacemos hincapié sobre todo en esto y más enfáticamente en la manera de producir y consumir, en la cantidad de elementos descartables que usamos, mayormente de plástico.

En este punto el avance más concreto que hubo fueron algunas normativas a nivel local que buscan evitar algunos tipos de plástico, pero su alcance es muy limitado y el Ejecutivo municipal hizo poco por hacerlas cumplir. Hacen falta cambios más profundos, en la política pública en sus tres niveles y en lo que deciden producir las empresas.

— ¿Hubo algún aprendizaje clave o algún dato que los haya sorprendido a lo largo de esta década?

Con los datos de estos diez años podemos decir que lo que encontramos en la costa del río es en gran medida siempre lo mismo: un 90% de los objetos recolectados son elementos descartables, mayormente de plástico; se destacan en particular botellas plásticas, envoltorios, bolsas, sorbetes, vasos plásticos y otros tipos de vajilla descartable, fragmentos de telgopor, latitas, colillas de cigarrillo. Es muy difícil igual recolectar todo lo que está contaminando el ambiente costero. Por ejemplo muchas veces encontramos cantidades enormes de partículas pequeñas de telgopor cuya extracción resulta imposible.

Cuando analizamos las empresas que comercializaron los objetos encontrados, en todos los años la empresa Coca Cola lideró el ranking de contaminación. Luego las otras empresas han ido variando, pero en general se trata de empresas ligadas a la venta de alimentos y bebidas como: Pritty, Arcor, Produnoa, Quilmes, CCU Argentina, PepsiCo o Danone.

Algo que en general llama la atención es el hallazgo de objetos muy viejos o que vienen de muy lejos. En cuanto a lo primero hemos encontrado envases y objetos que vienen de la época del mundial 78’. En cuanto a lo segundo han aparecido envases que son marcas de Paraguay o de Brasil.

— ¿Qué desafíos siguen siendo los más difíciles de abordar, tanto a nivel comunitario como institucional?

El primer desafío es que el Estado en sus distintos niveles asuma la problemática y responda a ella. Hay prácticas que tienen que cambiar de las empresas, de los ciudadanos, pero la única manera que ocurra es si hay una dirección trazada por el Estado. El gobierno local y el provincial pueden actuar estableciendo regulaciones a nivel de comercialización para reducir el consumo de plásticos de un solo uso. Ambos, pero sobre todo el local, tienen que establecer mejores sistemas de gestión de residuos. Y el Estado Nacional debería avanzar en legislaciones de Responsabilidad Extendida del Productor que responsabilice a las empresas por los impactos ambientales de sus productos: esto permitiría financiar los sistemas locales de gestión, pero también reorientar la manera de producir y envasar productos.

— ¿Cómo evolucionó la participación ciudadana en estos 10 años?

La participación ciudadana se mantuvo siempre muy potente, siempre hubo una gran respuesta a cada convocatoria. Tanto de ciudadanos sueltos, como de aquellos agrupados en alguna organización. Es fundamental para nosotros ese rol activo, esa respuesta, sino posiblemente no hubiéramos logrado sostener este tipo de acciones a lo largo de diez años.

Es notable el entusiasmo de quienes participan no solo de recolectar residuos en la costa del río, sino de la parte que a veces parece más difícil que es todo el trabajo de clasificación y análisis de los residuos que encontramos. Siempre estamos muy agradecidos por esa energía que nos acompaña en cada jornada.

— Después de este aniversario, ¿qué acciones consideran fundamentales para los próximos años para reducir realmente la contaminación plástica en el Paraná y los humedales?

Sumaría a esto la importancia de que avance un tratado global sobre plásticos, que se viene negociando desde el año 2022 en Naciones Unidas y que sufre un lobby fuerte en contra de las empresas petroquímicas. Argentina lamentablemente se plegó este último año a la postura anti-ambiente de Estados Unidos. Es imprescindible que nuestro país y otros que traban el proceso representen intereses colectivos y no los de las grandes empresas petroquímicas.


Diez años de acción ciudadana demostraron que la participación colectiva puede generar datos, visibilizar problemas estructurales y exigir cambios a distintos niveles. La jornada del 15 de noviembre no solo celebró un camino recorrido, sino que reforzó un mensaje clave: la lucha contra la contaminación plástica requiere constancia, políticas públicas firmes y una transformación real en los modelos de consumo y producción.

Fuente: tallerecologista.org.ar

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